"Las únicas palabras que merecen existir son las palabras mejores que el silencio"
Juan Carlos Onetti.

viernes, diciembre 23, 2005

#4


Yo venia caminando solo por las calles del centro ya que habia perdido a mi familia. No tenía idea adonde ir, caminaba sin rumbo en busca de algo que me entretenga. Miraba vidrieras llenas de recuerdos playeros, esos llenos de caracoles e inscripciones, de ropa, de videojuegos… en fin.
Seguí caminando y la vi, simplemente la vi. Sentada, ella tan sencilla, tomando un café en la vereda de enfrente, con las piernas cruzadas y una mano apoyada en su mentón, concentrada en sus pensamientos.
Era hermosa. Tenia algo tan especial en su postura, en su cabello, en su mirada perdida que me quedé maravillado.
Me crucé de vereda sin saber por qué. Junto a ella se sentó una mujer mas grande que supuse que sería su madre. No tenía nada que hacer allí, lo sabía bien. Así que me fui del lugar y seguí dando vueltas como de costumbre.
Era todo tan igual, tan aburrido en aquel sitio… y mas en semana santa. Así que cansado de la misma gente y los mismos negocios decidí volver para el hotel. En el camino fui pensando en ella, me había impactado. Descubrí algo dentro mío verdaderamente extraño… era un sentimiento que nunca antes había aparecido. ¿Era posible que me haya enamorado de ella? Y supe que sí, que con solo mirar su esplendor había iluminado mi corazón de cierta una forma que nadie había logrado hacerlo alguna vez.
Torcí mi cabeza suspirando. Fue increíble. Allí estaba ella, poniendo una moneda en el mirador que proponía tener una vista hermosa del mar y su costa. Tenía unas ganas locas de hablarle, ¿pero de qué?
Me acerqué con la excusa de observar por el mirador de al lado y ayudarla cuando se le trabe la moneda. Hace quince años de mis dieciocho que voy de vacaciones al mismo lugar todas las semanas santas y última quincena de enero y conocía esos miradores como si fueran míos.
Y sucedió. La moneda se le atascó. Me hice el desentendido y la miré de reojo.
-¿Necesitás ayuda?
Me miró y me encandiló con sus ojos que reflejaban el ocaso.
-Se me trabó la moneda… Y es la última que me queda- me contestó bajando la mirada.
Sin decirle nada me acerqué y con un leve golpe en la parte de atrás del mirador la moneda se deslizó lentamente a mis pies. La tomó y la quiso poner en el mismo mirador. Le recomendé usar el que yo estaba utilizando porque le volvería a pasar lo mismo. Me sonrió mostrándome esa dentadura perfecta.
Puso su moneda y se inclinó para mirar el cielo anaranjado en el mar. Parecía asombrada por la hermosura del paisaje. Yo también lo estaba, pero por la hermosura que tenía adelante.
Tan conocedor de los miradores le tomé el hombro. Se dio vuelta y me miró extrañada.
-¿Te puedo mostrar algo?
Meneó la cabeza. Le pedí permiso y le acomodé el aparato en una posición especial que solo yo conocía.
-Es realmente hermoso- me dijo -. ¿Cómo sabés de ese lugar?
-Siempre que quiero pensar voy a ir. Es mí lugar…
Mi lugar. El sitio donde iba cuando quería reflexionar sobre algún tema. Mi sitio cerca del mar, entre las rocas que formaban un camino lleno de flores.
-Insisto… es hermoso, gracias por mostrármelo.
Me quedé hablando con ella de cosas bastantes personales. Había un clima de confianza inesperado y extraño. Fue un momento insólito, perfecto.
-Tengo que irme.
-Bueno… ¿venís mañana?
-Sí, sí, seguramente- me dijo con una de esas sonrisas que tanto me gustaban.
Esa noche no pude dormirme. Sólo podía pensar en ella, en su sonrisa.
El otro día, a la misma hora, apareció junto a los miradores. Estaba acompañada por una nena de unos cuatro años, tan hermosa como ella.
Seguimos charlando, mas que el día anterior. Sentía que la conocía de toda la vida. Era la chica de mi vida, mi chica.
De repente, en medio de la conversación, un chico de nuestra edad aproximadamente, se nos acercó y le habló. Vino con intensiones que no me gustaron nada: quería presentarle a su amigo que estaba ahí cerca. Era un flaco fachero, carilindo y bien alto, cuando la vi bajé la mirada y me mantuve callado.
-No, gracias- le contestó la preciosa chica de pelo negro.
El chico se fue con las manos en los bolsillos.
-¿Por qué le dijiste que no?
-Porque no me gusta que manden a alguien por algo. Me gusta la gente que viene de frente.
Estaba seguro de que si era el amigo el que se acercaba cumplía con su objetivo, pero ella me dijo que estaba equivocado.
Llegamos al tema de nuestras vidas amorosas, un tema que realmente me incomodaba. Le conté de mi última novia y como todo había terminado en un abrir y cerrar de ojos.
Algo parecido le había pasado a ella: un desamor que había sido amor durante dos años.
De repente la noté triste. Me di cuenta que era por lo que me había acabado de contar. Veía sus ojos tan distantes al presente. ¿Estaría vagando por la memoria en busca de esos recuerdos reconfortantes?
Decidí sacarle una sonrisa. Hacer algo que le devolviera aquel brillo a su cuerpo. De una manera comencé a hacerle cosquillas y caras locas, pero me detuve de inmediato al notar que estaba haciendo el ridículo. Ella reía como loca.
-Gracias- me dijo-. Necesitaba mas que nunca reírme.
Los dos quedamos en silencio.
La mujer que estaba con ella tomando el café el día anterior se acercó y le dijo que en un rato tendrían que irse.
¡El tiempo se me había pasado tan rápido! Hacía ya tres horas que estábamos charlando y ni siquiera había podido robarle un beso.
-Sos hermosa- le dije con una mezcla de sentimientos en mí panza. Estaba tan nervioso que los pies me transpiraban mas que nunca.
Ella bajó la mirada, confundida seguramente, y luego me miró a los ojos.
-No esperes a que te responda- me dijo sonriendo.
Ese fue el momento en que la besé. Sentí que el mundo era mío, que el universo era mío. En ese momento era capaz de bajarle una estrella si me lo pedía.
Me miró y suspiró.
-Me tengo que ir- dijo dándome un último beso. El beso mas dulce que me dieron en mi vida.
Y se fue.
Se fue dejándome solo, sentado y sin saber que hacer. La miraba alejándose, cada vez mas pequeña por aquella calle.
Me sentí tan mal… Parecía el último día de mi vida. Todo lo que era mío (el cielo y el mundo) ya se había desvanecido, inalcanzable.
Suspiré, intentando tomar fuerzas para pararme. Y me fui.
Las cuadras eran cada vez mas largas ya. Sólo había un lugar adonde ir.
Corrí a mi lugar entre las piedras. Llorando como un chico de preescolar me senté en una roca y mirando el mar.
Al otro día ese hermoso ser estaría volviendo a Buenos Aires. Ese hermoso ser volvería a su casa, volvería a la imposibilidad. Tenía su dirección y un teléfono, pero eso no me garantizaba el deseo mas grande que pude tener en ese momento: volverla a ver. ¿Volvería a sentir esos labios en los míos? ¿Volvería a sentir esas manos acariciando mi mejilla como una madre? ¿Escucharía su voz otra vez? Su sonrisa…

Volví al mirador al otro día, pero ya no estaba. Lo único que me quedaba de ella era su calor, un recuerdo en mi cabeza que nunca se borraría y un amor extraño, nuevo, lleno de fuego, que muy pocas veces volvería a sentir en mi vida.

4 comentarios:

matias leonel dijo...

eyyy!
hubieras escrito mil palabras menos y por ahi lo leia =S
sori...
lo leo otro dia, promesa
(esas promesas que jamas se cumplen, pero bue) XD
jajaja! XD
abrazo!

Beatle CoTiSH dijo...

We!... quede impactada con ese relato, es hermoso, se me hace tan... tan a novela, de esas que leia cuando tenia 13 años... Hermoso... hermoso como el paisaje que describiste alli...
Esta muy lindo tu blog, es muy interesante... y me llama mucho la forma en que escribis

Beatle CoTiSH dijo...

Y aparte del texto... Te gustan Los Beatles!!!... Sorprendida 100% y rock nacional...

Beatle CoTiSH dijo...

jejeje... entre a tu flog... pero estaba lleno asi ke no lo pude firmar... y la verdad es ke empece a buscar gente ke le guste el libro ese.. y apareciste vos... entre a tu perfil y a tu blog... y me enamore de lo ke escribiste... despues miro biern tu perfil y vi ke te gustaban los beatles... y yo dije.. "naaaa no puede ser!"... bueno se hizo largo esto...
Nus vemos .. te espero por mi blog... besos