Pájaros en la cabeza

¿Sabés con lo que estoy soñando? Figurate un campo. Verde por todas partes, pasto cortadito pero largo en algunas partes. También hay muchos árboles, pinos principalmente. El cielo: de día, despejado (sólo un par de nubes bien bien blancas) y soleadísimo; de noche, bien negra, una luna de queso y estrellas millones y millones. No hace frío, pero tampoco hace calor. Con una remera y un pantalón largo está bien. Infaltable: estar descalzo. Sí, estar descalzo sintiendo el rocío fresquito en los pies y el pastito entre los dedos, esa sensación tan exquisita. Ver el amanecer, el solcito dios asomándose de atrás de una montaña. ¿Te lo estás imaginando? Espero que estés sintiendo lo mismo. Atrás hay una casita, muy chiquita pero tan acogedora. ¡Uf! Llena de flores de infinitos colores, cuidadas y llenas de mariposas, por todas partes. Adentro, un desayuno preparado. No, mejor ya comido. Miguitas por todos lados y el mate húmedo. Si caminás dos pasos hay una cama no tan grande, pero es notorio que ahí durmieron dos personas y maltrataron el colchón haciendo el amor la noche anterior. Afuera, de noche y un pucho. Un amigo que te cuenta el dolorsito o la alegría más grande de su alma y otro que te pregunta, a orillas de un lago charquito, porqué el mundo gira así. El aire te llena los pulmones, tan fresquito que da gusto respirar. Una cartita de papá y mamá, que tanto te extrañan, y dentro de poco te van a venir a visitar. Fotos clavadas en la pared de hermanxs, cuñadxs y sobrinxs, que iluminan como estrellas si estuviesen colgadas en la noche. Todo esto y un guisito de lentejas para cenar. ¿Verdad que no sueño con tanto?